sábado, 3 de agosto de 2019

3-8-2019 Kyoto. El bosque de bambú y el templo dorado

Esta mañana he tenido que hacer dos transbordos para llegar hasta Arashiyama, a las afueras de Kyoto donde está el bosque de bambú. Es interesante pero creo que un poco sobrevalorado por las guías.


Lo cierto es que está a tope de gente, como casi todo en esta ciudad. Yo veía a todo el mundo despistado, como a mi. Hay unas cuantas parcelas de enormes y espectaculares bambúes, pero todos esperabamos un bosque. 



Hay cosas interesantes como este paso a nivel  con pequeña barrera que te ves obligado a cruzar y que tiene mucho tráfico de trenes. 


Lo que llama bastante la atención son esta especie de  tuk-tuk tirados a tracción humana por jovenes que están muy fuertes. 


Al final he visto este pequeño templecito que destaca por su jardin zen. 

A la vuelta y antes de abordar el ultimo templo que me queda de los que me propuse ver, porque hay bastantes mas, he parado a comer en la colosal estación de la ciudad. Tiene 11 plantas a las que puedes subir por la escalera mecánica más larga de las que recuerdo. 





La planta 10 y 11 esta ocupada por restaurantes, casi todos de comida japonesa como es habitual en este pais. Hoy también he elegido teppanyaki y he comido una especie de panqueques con masa como de verdura a la que me añaden carne, pescado, gambas, etc. No recuerdo como se llama pero parece ser típico de la localidad. Esta vez he bebido el agua que te sirven en todos los restaurantes y sólo he pagado unos 10,50 euros. Normalmente los japoneses en este tipo de restaurantes y sobre todo al mediodía beben agua, tan buena como la mineral. 


Para ir al templo dorado, conocido por Kinkaku-ji, he cogido por primera vez el autobús desde que estoy en Japón. Para ir a este lugar no hay metro así que no hay más remedio. Es más lento, más caro y más incómodo. 


Cuando ves este templo te quedas impresionado, da igual la cantidad de gente que haya y los esfuerzos para conseguir sitio para hacer más fotos. Te quedas con la boca abierta por unos segundos. 


Es lo que hay que ver aquí. El templo es pequeño y sólo lo ves por fuera y es que no hace falta más. Tratas de tomar fotos desde todos los ángulos que puedes y poco más. 








Pues después de poco más de media hora porque es un recorrido del que no te puedes salir y resulta difícil estar más tiempo, he tomado un nuevo autobús que me ha dejado en el centro por el que he estado deambulando hasta encontrarme de nuevo en los pasajes de Teramachi, que son enormes y he estado un buen rato recorriendolos. 





Para volver al hotel voy junto al río donde aún quedan estos árboles en flor aunque la ligera brisa hace que estén cayendo las flores al suelo. 


Ya por la noche he salido a dar otra vuelta por Gion. Es un barrio grande con diferentes ambientes. Uno más formal con restaurantes exclusivos y otra parte, en el Norte, algo más golfa. 


En la zona más clásica hoy de nuevo he tenido suerte de ver una maiko. Luego ha parado y he podido fotografiarla mejor. 

Pese al calzado que usan, con unas plataformas espectaculares, cuando andan van muy rápido. 
 

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